Ojalá siempre tengas quien te de un consejo de utilidad, alguien que te apoye y pueda aportar, alguien que además de tu afecto, le interese todo lo que llevas detrás.

Ojalá y no te toque llorar, todo el mar que te lloré yo a ti, que puedas sonreir como siempre, o como al menos me sonreías a mi.

Pero ya, voy a dejar de ser tan buena, tan sumisa, tan comprensiva... Tengo que dejar al coraje hablar una vez, no te lo tomes tan a pecho, es que ya se me saló la miel... 

Y ojalá que te revuelques en la miseria, al menos por cinco minutos, que tu vacío sea tan grande, como el sentimiento que te encargaste de marchitar.

Ojalá que te encuentres contigo, un día que no tengas nada que hacer, porque estoy más que segura, de que más que a mi te va a doler.

Y me cago en todos tus ancestros... ¡Qué mucha mierda me hiciste creer! Lo nuestro según tú pasó muy rápido, pero con tu nuevo amor ¿en cuánto fue?

No me mal entiendas, no tengo nada de celos, ¿por qué he de ponerme celosa? Si lo que yo te di, no te lo dará ni en sueños.

No te diré que no me marchistaste, porque realmente eso hiciste, me estrujaste el corazón, arruinando todo lo que prometiste.

No te diré que no te amo, pero ojalá y pudiera dejar de hacerlo, ¿cómo te disfrazaste de un ángel? Si tú eres peor que los cuervos.

Me hierve la sangre, y no tanto por la ruptura, me hierve la sangre, por lo que me enseñaste y resultaste no ser.